PELIGRO

Era tarde, estaba oscuro y seguía esperando pacientemente en la puerta. Estaba dispuesto a hacerlo con cualquiera que intente pasar a llevarse algo. No le importaba si era un niño un joven o un viejo. Si era hombre o mujer. Por lo que le habían contado los vecinos podía ser cualquiera. Tenia el dedo apoyado en el “gatillo” dispuesto a usarlo. Consciente de lo que sucedia en ese barrio pobre y olvidado, se convirtió para él, en una obsesión. De pronto advirtió que un joven con tapabocas y las manos en el bolsillo se dirigía a la puerta. Se adelantó apurado, rápidamente cruzó su camino y le dijo: - ¡Muéstreme las dos manos! Y presionando el gatillo del spray, se las roció -Ahora puede pasar- agrego con una sonrisa, satisfecho de mantener el local inmunizado,